Pie diabético isquémico




Las infecciones del pie son la principal causa de hospitalización del paciente diabético. Conducen con frecuencia a la amputación mayor o menor.


En la última década se ha progresado mucho en el manejo clínico de estas infecciones, que depende del uso racional del tratamiento antibiótico, así como de diversos procedimientos quirúrgicos de mayor o menor extensión.
La infección es una invasión de los tejidos por microorganismos. Implica daños en los tejidos que pueden tener graves consecuencias irreversibles como una amputación o poner en peligro la vida del paciente.

El pie diabético es uno de los problemas más temidos, por lo que afecta a la calidad de vida de los diabéticos, es la aparición de úlceras en los pies, como secuela de dos de las complicaciones crónicas más habituales de esta enfermedad, la neuropatía periférica y la insuficiencia vascular.


La combinación de estos factores descritos, junto con el alto riesgo de infección y las presiones intrínseca y extrínseca debidas a las malformaciones óseas en los pies, constituyen los desencadenantes finales, del problema que en este momento nos ocupa, el pie diabético isquémico.


Se puede definir el Pie diabético isquémico como la alteración clínica de origen preferentemente neuropático e inducida por una situación de hiperglucemia mantenida, a la que puede añadirse un proceso isquémico que, con desencadenante traumático, produce lesión y/o ulceración del pie.


Las lesiones isquémicas en el pie diabético por las que se genera el Pie diabético isquémico son superponibles a las lesiones isquémicas crónicas de la arteriosclerosis, pero las infecciones que se producen en la piel junto con los traumatismos y, lo que es más importante, los trastornos neuríticos correspondientes, hacen que las manifestaciones cutáneas sean las más aparatosas.


Las úlceras isquémicas se acompañan de edema acromélico del miembro afecto, ya que para disminuir el dolor se colocan las úlceras en decúbito; esto favorecerá la presencia de eritromelia (coloración rojiza del pie diabético).
Las principales causas que determinan la aparición/evolución del Pie diabético isquémico son consecuencia directa de la degeneración inducida en distintas localizaciones por la diabetes, tales como: neuropatía (sensorial, motora, autónoma), enfermedad vascular periférica (macroangiopatía, microangiopatía) y susceptibilidad de infección (defectos de la función leucocitaria).

La prevalencia de úlceras varía según el sexo, edad y población desde el 2,4% hasta el 5,6%. Se ha calculado que al menos un 15% de los diabéticos padecerá durante su vida ulceraciones en el pie, igualmente se estima alrededor de un 85% de los diabéticos que sufren amputaciones previamente han padecido una úlcera.
Para poder diagnosticar al paciente con Pie diabético isquémico lo primero que hay que realizar es una palpación de los pulsos en ambas extremidades inferiores del paciente. Una ausencia de pulsos, nos indicará que la isquemia se encuentra implicada en la patogenia de la lesión, aunque el desencadenante sea otro. 

No siempre es fácil la palpación de los pulsos ya que la presencia de edema o la no compresibilidad de la arteria por calcificación de la misma puede dificultar la maniobra exploratoria.

Si se nos presentara una dificultad para realizar la exploración del pie nos ayuda a valorar el componente isquémico la inspección del pie: el engrosamiento ungueal, deformidad de las uñas (onicogriposis) además presenta una tendencia a la micosis, pérdida del vello del dorso del pie, atrofia de la grasa subcutánea, úlceras de evolución tórpida que son muy bien delimitadas “en sacabocados”. 

Cuando la isquemia es severa existe un intenso eritema cuando el paciente está de pie o con las piernas colgando que se denomina rubor de pendencia. Este signo a veces es confundido con celulitis y la forma de diferenciarlos es elevar la extremidad. El rubor de pendencia rápidamente blanquea, se denomina Signo de Buerger, mientras que el eritema por celulitis persiste.

Los signos de la infección son de gran importancia y deben alertar al médico sobre su presencia. El olor fétido de la herida siempre debe poner en alerta al médico ante la presencia de infección, para poder tratar de manera correcta dicha infección.

En los pacientes con extremidad rescatable, lesiones isquémicas e infección activa concomitantes, se debe controlar la infección antes que el procedimiento quirúrgico.










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